Escribí este articulo en 2013 para le revista Fanzine Imposible 7. Lo recupero hoy porque al entrar en vigor los permisos de paternidad iguales e intransferibles, se ha abierto el debate en las redes sociales sobre si es una medida que favorece a las mujeres o no.
La situación de las mujeres, con respecto a la maternidad y los cuidados, poco ha cambiado en estos nueve años y mi opinión sigue siendo la misma. Los cuidados deben ser compartidos por los hombres, y las administraciones deben implicarse con políticas públicas que favorezcan la corresponsabilidad. Queda mucho por hacer y así lo señalaba en este artículo.
Cuidar y conciliar sí, pero…. las mujeres
Introducción
Mucho se habla de la conciliación de la vida laboral, familiar y personal, pero en general se potencian medidas para facilitar que las mujeres, las madres sean las que asuman el cuidado de hijas e hijos o de personas dependientes; los hombres, los padres se quedan al margen. Cuidar de la familia ha sido tradicionalmente un trabajo realizado por las mujeres y a pesar de los grandes cambios que se han experimentado, cuidar sigue siendo «cosa de mujeres».
Se teoriza continuamente sobre la importancia de los cuidados, que si debe valorarse más, que cuidar es una tarea gratificante, que si cuidar a mayores, dependientes y bebés debe considerarse prioritario, en fin, que se debate mucho pero a la hora de la verdad poco se hace para solventar un problema cada día más acuciante.
A menudo se sigue justificando que sean las mujeres las que abandonen el trabajo remunerado de manera temporal o reduzcan la jornada laboral para hacerse cargo de las personas de la familia que necesitan cuidados, pero no se tiene en cuenta las consecuencias que acarrea a las mujeres. Como es evidente la situación es diferente si se trata de cuidar de una criatura recién nacida o de dependientes.
Maternidad/paternidad
La idea de que las mujeres, es decir, las madres, están mejor preparadas para cuidar es una explicación que no se sostiene, es un argumento esencialista. Esgrimir el instinto maternal no deja de ser una manera de naturalizar una situación que de hecho perjudica seriamente a las mujeres. Porque, ¿qué sucede con las mujeres que no son madres o las que deciden no cuidar?, ¿son menos mujeres? En alguna ocasión conocidos políticos han defendido esta idea, que es tan obsoleta y falta de fundamento que no merece la pena perder tiempo en desmontarla.
Esta pretendida defensa de la maternidad, de los derechos de las madres a cuidar de sus criaturas esconde otra realidad: la maternidad discrimina. Las madres, cuando nace una criatura, se ausentan del trabajo remunerado 16 semanas, tiempo legal de permiso de maternidad. El padre, por el contrario, solamente dispone de 2 semanas.
Esta diferencia en el permiso por nacimiento o adopción de madres y padres es la primera contradicción por razón de género que encontramos y que no tiene justificación legal. Se esgrime que es para que la madre se reponga del parto. Esto es cierto para las 6 primeras semanas, por eso son obligatorias, mientras las diez restantes puede cedérselas al padre porque son para el cuidado de la criatura recién nacida. ¿Por qué entonces los padres disponen solamente de dos semanas? Si se trata de que las niñas/os necesitan atención a tiempo completo durante un determinado periodo, ¿por qué no se facilita que los padres puedan cuidar?
Los permisos de maternidad y paternidad deben ser iguales, intransferibles y pagados al 100% para avanzar en igualdad y para eliminar la discriminación que sufren las mujeres al ser madres o por el simple hecho de que puedan serlo, es lo que se llama discriminación estadística.
Esta propuesta de permisos iguales e intransferibles y pagados al 100% es defendida por la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles por Nacimiento o Adopción, PPiiNA. En la Proposición de Ley que dicha Plataforma ha elaborado y que se registró en el congreso en el 2012, se hace especial hincapié en que estos permisos deben ser para todas las parejas, ya que tiene en cuenta que la realidad social ha cambiado y que las parejas del mismo sexo deben tener los mismos derechos cuando tienen descendencia.
El Congreso de los Diputados ha admitido en diferentes ocasiones que esta diferencia en los permisos para madres y padres es una «disfunción en la legislación actual» y ha instado al Gobierno a que iguale los permisos de maternidad y paternidad. En la subcomisión de Igualdad del Congreso se admitió también la necesidad de igualar los permisos. ¿Por qué entonces no se amplía el permiso de paternidad? ¿Qué resistencias existen? Aunque se busquen justificaciones la realidad es que el patriarcado se resiste a permitir que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres. Defender la igualdad entre mujeres y hombres de manera teórica es fácil, es «políticamente correcto«, pero cuando se trata de actuar, la cosa cambia, comienzan las justificaciones.
«Cuando la situación económica lo permita«, es la argumentación para no ampliar el permiso de paternidad y que madres y padres no dispongan del mismo tiempo para cuidar, pero es evidente que esto no es más que una coartada para justificar que las mujeres dediquen un tiempo al trabajo remunerado, pero sin abandonar sus funciones de madres, esposas, etc.
Los datos no dejan lugar a dudas, sólo un reducido número de padres, 6,67%, piden excedencia para cuidar. De las mujeres que trabajan a tiempo parcial el 95,33% lo hacen para cuidar de hijas/os y otros familiares, el porcentaje de hombres es del 12,20%.
Vemos pues que ser madres o ser padres tiene consecuencias muy diferentes en lo que al empleo se refiere. Salarios más bajos, problemas para acceder a puestos de alta dirección, «techo de cristal», son algunos de ellos.
Dependencia
Los cambios socioculturales que se han producido, entre los que hay que destacar la masiva incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, unido a que la esperanza de vida es cada vez mayor, ha supuesto que el cuidado de personas mayores sea un problema. La Ley de Dependencia vino a dar respuesta a esta situación y a resolver la demanda de cuidados profesionales para las personas dependientes, pero tras diez años de aplicación, está muy lejos de cumplir las expectativas que provocó.
Analizada con perspectiva de género, la Ley de Dependencia presentaba algunos puntos cuestionables. Veamos:
Artículo 14.4: «El beneficiario podrá, excepcionalmente, recibir una prestación económica para ser atendido por cuidadores no profesionales, siempre que se den condiciones adecuadas de convivencia y de habitabilidad de la vivienda y así lo establezca su Programa Individual de Atención».
Artículo 18.1 «Excepcionalmente, cuando el beneficiario esté siendo atendido por su entorno familiar, y se reúnan las condiciones establecidas en el artículo 14.4, se reconocerá una prestación económica para cuidados familiares».
Aquí vamos a hablar de «cuidadoras familiares o informales«, dado que la mayoría de personas que cuidan a dependientes en el entorno familiar y que se acogen a esta medida son mujeres, cerca del 90%. El lenguaje sí importa.
La Ley establecía que las cuidadoras familiares o no profesionales, además de la aportación económica que se estable en función del grado de dependencia de la persona a cuidar, serían dadas de alta en la Seguridad Social, pero esta norma se suprimió con la reforma del 2012, que además de reducir en un 15% las prestaciones económicas para cuidados en el entorno familiar, establece que la Seguridad Social corra a cargo de la cuidadora y también aumenta el copago.
Para hacernos una idea de las implicaciones de estos cambios debemos tener en cuenta que las aportaciones a las cuidadoras no profesionales no llega de media a los 250 € mensuales, y siempre en función del grado de dependencia de la persona a atender. Esta prestación, que se ha dado en llamar «la paguita», vista con enfoque de género, se vio desde el principio como una trampa para las mujeres.
Tengamos en cuenta que el hecho de que una hija dedique parte de su tiempo a cuidar de su madre o de su padre se ve como lo normal, «es lo que tiene que hacer»; si ahora pagan por hacerlo… ¿Cómo va a quejarse? No importa que lo que reciba por esta tarea sea una cantidad mínima, “está cobrando”, los hombres de la familia ya pueden despreocuparse. Además, ¿Qué sucede cuando la persona a quien cuida fallece? En muchos casos abandonaron el trabajo remunerado y su reinserción es difícil, bien por edad o por falta de formación.
La Ley de Dependencia contempla también que los cuidados a personas dependientes se lleve a cabo en el entorno familiar con ayuda profesional, es decir, ayuda a domicilio. El número de horas que la Ley de Dependencia proporciona está en función del grado de dependencia reconocida. Actualmente el «Grado III: Gran Dependencia», recibe entre 46/70 horas mensuales. Es decir, a una persona totalmente dependiente, se le conceden un máximo de 70 horas mensuales, que si lo distribuimos entre 30 días vemos que recibirá 2,30 horas diarias. ¿Quién cuida las 21,70 horas restantes? La respuesta es fácil: una mujer que habrá dejado de lado parte de su vida para realizar el mandato de género que la sociedad patriarcal sigue asignando a las mujeres.
Podemos preguntarnos: ¿Por qué cuidan las mujeres?, ¿por qué las mujeres «deciden» modificar radicalmente su vida cuando la madre o el padre comienzan a ser dependiente?, ¿qué les lleva a asumir los cuidados en solitario o con las hermanas, madres, cuñadas, dejando que los hombres de la familia se mantengan al margen?
A pesar de los muchos avances en lo que a igualdad entre mujeres y hombres se refiere, la división sexual del trabajo sigue presente en la sociedad y condiciona la vida de las mujeres. Como ya hemos señalado, el «trabajo de cuidar sigue siendo cosa de mujeres«. Ante esta situación, ¿cómo compatibilizar cuidados y trabajo remunerado?
Conciliación
¿Quién no ha escuchado miles de veces que es fundamental que se implementen medidas de conciliación? Las empresas, las administraciones, las organizaciones empresariales, etc., hablan constantemente de ello, pero la realidad es que los avances son lentos y cada vez un problema más acuciante. Compatibilizar la vida laboral y familiar, no digamos ya la personal, es difícil, cuando no imposible.
Son muchas las causas que impiden la conciliación. Sin pretender enumerarlas todas vamos a señalar las más importantes. En primer lugar los horarios, la jornada partida, las largas pausas para la comida, la poca o nula flexibilidad horaria, la cultura empresarial que potencia el presentismo y hace que las horas que se permanece en el lugar de trabajo sean excesivas. Esta situación supone que al nacer una criatura sea difícil compatibilizar su cuidado con el trabajo remunerado.
Como hemos señalado los cuidados recaen en las mujeres principalmente, son ellas en definitiva las que «concilian», es decir, las que reducen su jornada laboral, se apartan temporalmente del empleo o piden ayuda a abuelas/os para cuidar a niñas y niños. En el caso de las personas dependientes cuando se tienen medios económicos se busca ayuda externa, cuando no se tienen esos medios hay pocas alternativas.
No existen soluciones mágicas para solventar la situación, pero sí está claro que es imprescindible la corresponsabilidad en los cuidados, es decir, los hombres deben asumir la responsabilidad de cuidar al mismo nivel que las mujeres, pues mientras esto no se produzca, por muchas medidas que se tomen, serán las mujeres las que concilien y ello supone un coste en lo personal y en lo profesional, que tiene consecuencias en el presente y en el futuro.
Si bien es imprescindible que los hombres se corresponsabilicen en los cuidados, no es suficiente, son necesarias políticas públicas efectivas y que tengan en cuenta la realidad que vivimos.
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