En los últimos años he impartido formación sobre igualdad de oportunidades en formación ocupacional y en empresas. Es evidente que son entornos y circunstancias diferentes y también es distinta la manera de enfocar el tema. Hoy voy a contaros mi experiencia en formación ocupacional, otro día hablaré de la formación en las empresas.
Lo primero que he detectado es que la receptividad inicial es diferente si a quien vas a dirigirte son mujeres o son hombres y también cómo influye la edad a la hora de pensar en si existen desigualdades o si “eso es cosa del pasado”, frase tópica que oímos constantemente. Es evidente que no se puede decir que el género sea definitivo a la hora de tomar postura ante el tema de la igualdad, pero si es cierto que las mujeres tienen más interés que los hombres, sobre todo cuando son mujeres de cierta edad, las más jóvenes tienden, en un primer momento, a rechazar que hoy exista discriminación.
El rechazo con el que muchos hombres asisten a estas sesiones supone una barrera que hay que salvar para que entiendan que hablar de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres no implica atacar a los hombres, ni culparles de la situación. Consideran una pérdida de tiempo que se imparta esta formación y llegan al aula con una gran negatividad y rechazo al tema.
Por todo ello yo suelo comenzar con una, digamos, declaración de principios, dejando claro cual es el planteamiento que voy a desarrollar, que a grandes rasgos sería: los condicionantes de género limitan el desarrollo personal y laboral de mujeres y hombres. No buscamos culpables, analizamos cómo hemos sido socializados y cómo en función de la cultura en la que vivimos hemos tenido unas posibilidades o nos han sido negadas.
Conseguir que entren a debatir sin agresividad la situación de las mujeres y los hombres en el mercado laboral, en la familia, etc., es el primer objetivo que me propongo en cada sesión. A menudo me he encontrado al entrar en un aula con personas con poca predisposición, incluso con rechazo hacia el tema, diciendo cosas como “esto es feminismo y de lo que se trata es de que no haya ni feminismo ni machismo“, “si existen desigualdades que se dé esta formación a los empresarios que nos van a contratar, nosotras/os no podemos hacer nada“, etc. Pero sí puedo deciros que es gratificante que después de cuatro horas, digan “pues no me esperaba esto, no ha estado tan mal“, “hombre, ha sido interesante, visto así es otra cosa“, “yo venía a machacarte, no me esperaba esto” o frase similares.
Es evidente que este tema requiere una análisis más exhaustivo, pero lo que si es cierto es que tenemos que romper la visión de que hablar de igualdad “es cosa de mujeres” e impartir la formación con rigor y sin dogmatismos.
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