«En 15 años, la mujer científica alcanzará la posición que le corresponde», dice Margarita Salas en la entrevista que le hace Rosa Montero: «Confesiones entre la Ciencia y la Literatura[1]«. Al leer esta afirmación, que luego matiza: «bueno en 20 años», me preguntaba si a las jóvenes científicas que hoy son discriminadas por ser mujeres les puede servir este argumento.
La entrevista refleja con claridad la realidad de hoy y pone de manifiesto que las mujeres siguen siendo minoría en los ámbitos académicos y de investigación y ello a pesar de que «a nivel de doctorando son mayoría», como señala la citada científica. La situación que ella vivió en 1988, al ser la primera Académica de las ciencias, sigue siendo una realidad en la actualidad, nada mejor que sus palabras para corroborarlo: «El sexismo es una ideología en la que se nos educa a todos. Yo he sentido muchísimo que era una intrusa. Todo te dice que eres una extraña, estás todo el rato siendo la única entre un montón de hombres. Y sigue pasando: ser jurado en el Premio Cervantes y ser una mujer entre 12 hombres. A pesar de estar acostumbrada, siempre hay un poco de violencia en el interior».
Me llama la atención que tras estas afirmaciones tan claras y rotundas se cuestione en la entrevista que sean las propias mujeres quienes se ponen barreras. Veamos: hemos sido educadas por una sociedad patriarcal y sexista que consideraba a las mujeres inferiores a los hombres. A pesar de ello hemos logrado alcanzar metas que hace unos años parecían imposibles; en lo que al trabajo remunerado se refiere, las mujeres jóvenes están sobradamente preparadas pero el techo de cristal sigue siendo una barrera que sólo unas pocas lograr superar. No somos las mujeres quienes nos ponemos barreras, es la sociedad creada por los hombres quien pone barreras a las mujeres.
Finalizo con otra cuestión que tratan en el entrevista: Margarita Salas dice «que no le gustan las cuotas, que no las quiere, aunque matiza que entiende que existan porque tiene que haber mujeres para hacer ver a los hombres que las necesitan. La escritora lo apoya como medida temporal para romper el llamado techo de cristal«. Bueno, pues eso son precisamente las cuotas para llegar a la paridad: «medidas de carácter temporal dirigidas a remover situaciones, prejuicios, comportamientos y prácticas culturales, sociales, laborales, que impiden a un grupo discriminado o infravalorado alcanzar una situación real de igualdad de oportunidades».
Por todo ello hablar de que son las mujeres quienes se ponen trabas es contribuir a culpabilizarlas de una situación por la que se ven obligadas a luchar día a día. ¿Alguien piensa realmente que una mujer que ha estudiado durante años, que ha trabajado para lograr ser una profesional echa por tierra todo su esfuerzo y se supedita sin más a lo que la sociedad le impone?
Creo que lo que sucede es que las mujeres se encuentran con tantas barreras, tantos impedimentos para alcanzar los puestos que por derecho les corresponden, que optan por otros caminos, algo que nunca es voluntario ni fácil.
[1] Entrevista publicada en «El País semanal del 16 de junio de 2013.