Es un placer publicar, una vez más, un artículo de Alia Chahin. Su manera de escribir me gusta, sus reflexiones me hacen pensar y el espectáculo del que habla fantástico. No dejéis de leerla, no os defraudará, seguro.
El poeta es un fingidor, finge tan completamente que
hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente.
Fernando Pessoa
En el último post que escribí en este blog, reflexionaba sobre cómo la sociedad parece que pida a las mujeres que se borren. Hace ya dos años de ese post y podríamos decir que estamos casi en el mismo punto. En el mismo punto porque los grandes cambios sociales toman tiempo, pero requieren de muchos cambios pequeñitos. Las grandes transformaciones no se hacen con grandes hazañas, que desde luego ayudan, sino con miles y miles de detalles (in)significantes.
Y hoy quiero precisamente hablar de eso, de lo pequeño, de lo invisible, de lo que a priori parece insignificante. Os quiero hablar de la hermosura femenina. Y pensaréis: “¿Pequeño, insignificante, invisible?” Pues yo creo que sí; porque fuera de la industria de la venta de la mujer como objeto sexual o de deseo, que desde luego nada de invisible tiene, la hermosura femenina es la gran olvidada.
¿Qué es la hermosura femenina? ¿Y qué tiene eso que ver con la conciliación? ¿Y con el alma?
Empecemos por lo primero, la razón de ser de este post.
Más allá de lo subjetivo sobre lo bello y lo feo, la hermosura femenina radica en muchos aspectos de su actitud, no sólo de su apariencia, tan distinta a lo largo de la historia, y sobre todo radica en su rebeldía en un mundo de hombres y su duro entrenamiento a la conquista de ser ellas mismas.
Este texto lo leí hace unos días, forma parte de la crítica que publica Horacio Otheguy Riveira sobre el espectáculo “Les Follies, Paris-Berlin-New York” de Cristiane Azem que se representa en el Teatro Alfil de Madrid, en el que bailo.
Al leer estas líneas algo resonó muy dentro de mí, un gran eco: “¡Se ha dado cuenta! Se ha dado cuenta de mi rebeldía, de mis ganas de ser yo misma…”. Se me cayeron unas lágrimas sin darme cuenta. Iba en el metro, rodeada de gente. No me lo esperaba. No pude evitarlo.
¿Cómo lo hizo? ¿Cómo vio todo eso como espectador?
Y es que a priori “Les Follies” parece un espectáculo de danza en el que mostramos un recorrido por la danza burlesque del siglo XX, uno más de entre toda la oferta cultura de Madrid. Pero creo que esa no es la experiencia de muchas de las personas que vienen a vernos. Y Horacio lo ha descubierto.
Cristiane Azem no sólo propone baile y teatro; hay un trabajo de muchas horas de clase en la que ella nos enseña a bailar los distintos ritmos y estilos de danza burlesque y nos habla de la apariencia de las mujeres que debemos interpretar (su vestuario, su maquillaje, su expresión, su mirada, su gesto), pero a lo que más tiempo le dedica es a la ACTITUD – es su obsesión. Y eso, deja huella.
Deja huella porque cuando vives en una sociedad o en un entorno que desde pequeña te dice que tienes que ser una mujer bella y perfecta (te dice lo que es bello y lo que no, por supuesto), y te ofrece todo tipo de productos y prendas para cumplir con esa misión, es fácil olvidarse de tu hermosura. Y mientras creces, vas intentado adaptarte a esa apariencia que te hace bella y perfecta, la que todas queremos ser. Pero en muy pocas ocasiones esa apariencia se corresponde con tu hermosura. Y un día, de pronto, esa hermosura que todas tenemos se va haciendo pequeñita, se vuelve indefensa, no sabes dónde está ni cómo sacarla. Y empiezan los conflictos internos, los complejos, las dietas, las cremas, los maquillajes, el bisturí, los traumas, la falta de autoestima, etc. Tu alma se siente herida porque te has alejado de ella o porque hay tantas capas entre ella y tú que no os entendéis, no os reconfortáis.
Pero entonces, ¿cómo vio Horacio tanta hermosura? Os contaré el secreto…
A ese escenario se suben 24 mujeres hermosas: madres, hijas, abuelas, hermanas, novias, doctoras, enfermeras, pintoras, periodistas, secretarias, escritoras, profesoras, empresarias, osteópatas, entrenadoras, floristas, filósofas, filólogas, historiadoras, anestesistas, costureras, diseñadoras, politólogas, consultoras…
No importa quienes sean, a qué se dediquen, qué edad tengan (la más joven tiene 30 años y la más mayor 64), cuál sea su procedencia o su historia de vida porque Cristiane tiene una capacidad o sensibilidad para captar lo bello y hermoso de cada una. Es como si tuviera un escáner que le permitiera hacer una fotografía de tu alma.
La escuela a la que vamos todas las semanas puede que parezca una simple escuela de danza, pero allí se hace algo más que bailar. Más allá de las coreografías y de los pasos, Cristiane nos propone cursos en los que nos descubre la historia y el contexto socio-cultural de los personajes que vamos a interpretar y en los que nos hace experimentar y fantasear sobre cómo podían ser sus vidas a través de las nuestras. Por un instante somos Jane Avril, Josephine Baker, Marlene Dietrich, Carmen Miranda, Marilyn Monroe, Betty Page, Madonna…
¿Y qué sucede cuando entrenas la actitud de históricas mujeres hermosas? Pues que poco a poco te vas re-encontrando con la tuya (o las tuyas). Al principio no la quieres ver, no la reconoces, no sabes quién es –es el peor momento. Un día, la miras de reojo y empieza a caerte bien y aunque sigues dudando la dejas salir. Al principio finges, es parte del juego. Con el tiempo, ya no sabes si finges o comienzas a sentirlo de verdad; te sorprendes a ti misma, comienzas a hacerle caso (¡uff!); sabes que has iniciado el camino hacia la conciliación del alma cuando sientes que vas perdiendo o quitándote esas capas incómodas que te has ido poniendo. Es casi como una metamorfosis…
Los viernes de diciembre tenéis la oportunidad de vivir en vivo y en directo el resultado de ese trabajo. En “Les Follies” podréis descubrir las 24 históricas mujeres hermosas que se suben a escena conmigo:
Rocio, Nerea, Mónica, Myriam, Maika, Lorena, Mar, Isabel C., Carmen, Noemí, Nadia, Isabel F., Elena, Cristina, Julia, Esther G., Selene, Vicky, Isabel R., Marta, Belén, Esther V., Amelia y Cristiane.
Un placer, un honor y un aprendizaje.