Este artículo es un resumen del publicado en la revista Aschel
La familia patriarcal ha sido extraordinariamente flexible y ha variado según la
época y los lugares. El patriarcado oriental incluía la poligamia y la reclusión de las
mujeres en harenes. El patriarcado en la antigüedad clásica y en su evolución
europea está basado en la monogamia, pero en cualquiera de sus formas formaba
parte del sistema el doble estándar sexual que iba en detrimento de la mujer.
Gerda Lerner[1]
La RAE en su 5ª acepción define el patriarcado como: Organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje.
El patriarcado es en realidad un sistema de organización social en el que los hombres ejercen dominio sobre las mujeres. Va más allá de las relaciones familiares, es un sistema de creencias que organizan el mundo teniendo al hombre, lo masculino, como referente. Es un sistema de dominación que considera a las mujeres inferiores. Para Gerda Lerner las relaciones de parentesco colocan a las mujeres en una situación de subordinación, pero considera que lo que se intercambia y cosifica es su sexualidad y su capacidad reproductiva.
La explotación sexual de las mujeres se ha dado en todas las épocas y en todas las sociedades y han sido utilizadas como esclavas sexuales, considerado que los hombres tenían derecho a usar su cuerpo para satisfacer sus deseos.
La cosificación del cuerpo de las mujeres actualmente ha adquirido una nueva dimensión, se alquilan mujeres para satisfacer el deseo de tener descendencia como si de un derecho se tratase, lo que se ha dado en llamar vientres de alquiler, es una nueva forma de explotación que no hace sino aprovechar las nuevas tecnologías, aunque conviene recordar que la apropiación de bebés al nacer se ha producido en otras épocas.
Una práctica que comenzó en el franquismo y que se extendió hasta la década de los 90, era robar a las madres sus criaturas nada más nacer para darlos en «adopción» a familias afines al régimen. Adolescentes embarazadas eran internadas en el reformatorio de Peña Grande en Madrid, eran presionadas para dar en adopción a sus hijas o hijos o se las decía que habían muerto. Ahora se compra a mujeres porque quienes desean hijas o hijos quieren que tengan sus genes, siempre el deseo prima sobre los derechos de las mujeres. Las formas de explotación cambian, pero siempre son las mujeres y sus hijas/os la mercancía.
La prostitución es otra forma de explotación que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia y hoy día es un negocio de proporciones alarmantes. La pobreza, la inestabilidad política en algunas zonas del planeta están dando lugar a que el comercio de seres humanos, especialmente de mujeres, se haya convertido en uno de los negocios más lucrativos. Rosa Cobo Bedía (2017[2]) señala que en las últimas décadas la prostitución se ha convertido en una poderosa industria del sexo que está vinculada al capitalismo global.
Las mujeres migrantes son compradas en sus países de origen, se las traslada de un país a otro, son recluidas en locales inmundos en condiciones de extrema precariedad. Los proxenetas hacen negocios millonarios a costa de estás mujeres, a menudo casi niñas y lo que es aún peor, se pretende legalizar su explotación como si fuera un negocio legitimo. Quienes defienden legalizar la prostitución pretenden justificarlo separando trata y prostitución y alegando el supuesto derecho de las mujeres a ser abusadas, explotadas. Ante esto siempre me pregunto, ¿aceptarían que sus hijas ejercieran la prostitución legalmente? ¿Aceptarían que una persona se vendiera como esclava? Porque la prostitución es esclavitud.
El movimiento feminista en los últimos años ha adquirido una importante dimensión a nivel mundial, tiene gran influencia en la agenda mediática y política, así como en la vida cotidiana, muchas mujeres jóvenes se declaran feministas y es tal la fuerza mediática que tiene el concepto que declararse feminista parece ser un ‘valor añadido’. Pero… las discriminaciones de las mujeres siguen presentes en todos los ámbitos de nuestra vida.
Las mujeres feministas enfocamos nuestras energías por el cambio desde perspectivas diferentes y desde ámbitos diversos. Cada una centramos nuestro esfuerzo en el ámbito de actividad, en el entorno que nos ha tocado vivir y actuamos como si los objetivos que perseguimos fueran los más importantes y como si los diferentes escenarios de discriminación de las mujeres fueran espacios estancos que no tienen nada que ver entre sí, cuando la realidad es muy diferente. Los esfuerzos que cada mujer lleva a cabo influye, aunque sea indirectamente, en el espacio que vamos ganando en la sociedad. Todos los esfuerzos son necesarios y deben sumar, no restar, siempre que tengamos claro que las violencias machistas, la desigualdad salarial, el techo de cristal, etc., son consecuencia directa de la sociedad patriarcal que nos impone su dominio.
Es el patriarcado lo que debemos eliminar, y para ello es necesario que unamos esfuerzos, que el movimiento feminista tenga como objetivo fundamental eliminar este sistema social que nos oprime y explota. No debemos olvidar que patriarcado, capitalismo y neoliberalismo van siempre de la mano y que debemos combatirlo como un todo. El patriarcado no desaparecerá mientras exista un sistema social, económico y político en el que lo que prima es satisfacer los deseos de poder de una pequeña parte de la sociedad, la gran mayoría hombres. Las desigualdades sociales son cada vez más alarmantes, son los hombres quienes tienen el poder económico y político, en detrimento de las mujeres.
¿Seremos capaces de trabajar juntas?
[1] Lerner, Gerda, 1990. La creación del patriarcado. https://www.antimilitaristas.org/IMG/pdf/la_creacion_del_patriarcado_-_gerda_lerner-2.pdf
[2] Cobo Bedía, Rosa, 2017. La prostitución en el corazón del capitalismo. Editorial Catarata.