Dice Marcela Lagarde (2012)[1]: La sororidad es la alianza feminista entre las mujeres. Es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia subjetiva de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de cada mujer.
Sin duda todas las mujeres feministas somos conscientes de la situación de opresión que la sociedad nos ha impuesto, sabemos que el sistema patriarcal nos oprime y que intenta que nos enfrentemos para quitarnos el poder que tendríamos si uniéramos nuestras fuerzas contra las imposiciones del patriarcado, cuyo fin es que sigamos sometidas al poder masculino. Si fuéramos capaces de aplicar la sororidad como la define Lagarde, desmontaríamos el sistema patriarcal.
La división sexual del trabajo, al atribuir a las mujeres unas habilidades, tareas y competencias relacionadas con la reproducción y con el cuidado, las conmina al espacio doméstico, dejando a los hombres las tareas de producción, que se desarrollan principalmente en el espacio público, espacio de poder y toma de decisiones. Esta dicotomía producción/reproducción, espacio público/privado, más bien doméstico, se ha considerado durante mucho tiempo como algo natural, determinado por la naturaleza; es decir, la biología estipulaba el lugar que por ser mujer o ser hombre se ocupa en la sociedad.
Los cambios socioculturales acecidos en las últimas décadas del siglo XX han limado en parte esta división de las tareas por sexo, no obstante, los roles de género siguen vigentes y ser mujer sigue siendo determinante para encontrar un empleo, para acceder a determinados trabajos o a puestos de alta dirección, a pesar de que actualmente las mujeres tienen igual o mayor formación que los hombres. No vamos a negar los profundos avances que han logrado las mujeres, pero aún queda una parte de la división sexual del trabajo que permanece y condiciona el desarrollo de niñas y niños e influye en la vida personal y profesional. El rol de cuidadoras, que tradicionalmente se les ha asignado, es uno de los más determinantes.
No es fácil eliminar un sistema que durante siglos nos ha oprimido, pues, como señala Pierre Bourdieu (2000)[2]. El sistema de dominación masculina se ha impuesto mediante la violencia simbólica, violencia amortiguada para las propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y el conocimiento… del sentimiento.
Volviendo a Marcela Lagarde, para desmontar el machismo es necesario identificar a otras mujeres como semejantes, valorarlas como tales a partir del reconocimiento de la igualdad, la diferencia y la diversidad. Somos diferentes, tenemos experiencias vitales distintas, al tiempo compartirnos opresiones que debemos identificar. La sororidad es un principio universal de relación con todas las mujeres y es un recurso para enfrentar conflictos entre mujeres de formas inéditas, sólo con la eliminación de la misoginia. El patriarcado busca el enfrentamiento entre mujeres, cada mujer se compara competitivamente con ‘la otra’ y pondera como superior lo propio o lo de ‘la otra’ en un eje jerárquico de dominio-opresión y superior-inferior, mediado por la fobia clasista, racista, sexista, sectaria.
Como bien dice Lagarde, este enfrentamiento entre mujeres, ya sea por pertenencia a un partido político, a una institución, por la condición sexual, la religión, la etnia, etc., estimula la hostilidad y debilita la posición de las mujeres, que en definitiva compiten por ocupar una posición y tener acceso a los exiguos recursos que la sociedad les deja. La política patriarcal se sirve de las mujeres para dañar a las mujeres. Se convoca a las mujeres a ser insolidarias con las otras para ser aceptadas, valoradas o para ascender.
La sororidad busca el empoderamiento de las mujeres. Empoderarse implica aprender a aprovechar las oportunidades, los bienes, los recursos y los dones a favor de una misma y, si las mujeres se empoderan de manera colectiva, a favor de todas.
¿Seremos capaces?
[1] El feminismo en mi vida.
[2] La dominación masculina.