Finalizamos un año con la satisfacción de ver que el movimiento feminista, hace unos años denostado y olvidado, está en la agenda mediática, política y social. Si hace apenas unos años definirse como feminista comportaba un cierto ‘riesgo’ de que se te mirara mal, en estos momentos hemos pasado al otro extremo, parece que todas y todos somos feministas. Aun reconociendo lo mucho que se ha avanzado, pensar que una mayoría de la población es feminista no tiene mucho fundamento, si así fuera las desigualdades que sufren las mujeres no existirían.
Recordamos con emoción las movilizaciones del 8 de marzo, el morado era el color de las calles de muchas ciudades y desde entonces otras muchas movilizaciones han demostrado que el movimiento feminista no se va a callar, que seguimos adelante.
La publicación de mi libro Caminado hacia la igualdad, un proyecto profesional, personal y político, coincidió con la celebración en Madrid del congreso GOBIERNO CORPORATIVO E IGUALDAD DE GÉNERO. Realidad y tendencias regulatorias actuales. El hecho de que el libro comenzara su andadura en este espacio de la mano de una mujer a la que admiro, Katharina Miller, fue una gran satisfacción personal.
En el citado congreso se analizó la situación de las mujeres en el ámbito judicial, en los órganos de dirección de las empresas, en la tecnología, en las finanzas, etc. También se planteó cómo habían influido en otros países la imposición de cuotas para avanzar en la representación paritaria de mujeres en puestos de dirección. Las ponentes eran mujeres de un gran nivel profesional y comprometidas con la igualdad de oportunidades.
Algunos de los aspectos que se presentaron eran poco conocidos para mí, por ejemplo las altas finanzas me quedan muy lejos o la visión de una consejera delgada de una empresa que cotiza en bolsa, se aleja y mucho de mi trabajo cotidiano y de mi activismo feminista. Me muevo en un ámbito muy diferente al que pertenecían las profesionales que en el congreso analizaron las políticas de igualdad en diversos países. Escucharlas me hizo pensar que, incluso teniendo interés comunes, como son reivindicar la igualdad de oportunidades para las mujeres o lograr la paridad, no parece que haya espacios de encuentro entre esas mujeres que desarrollan su trabajo a un alto nivel profesional y las que trabajamos más a ‘pie de calle’.
Como bien sabemos todo es relativo y a menudo nuestras perspectivas y formas de ver las cosas cambian en función de las circunstancias que vivimos. Unos días antes de asistir a dicho congreso participé en una jornada organizada por la Red Navarra contra la Pobreza y la Exclusión Social y tuve una experiencia similar pero al contrario. Me explico, intervine en la jornada como experta en igualdad de género analizando la situación actual y proponiendo políticas para avanzar en un modelo de sociedad diferente. En la mesa de debate que siguió participaron mujeres que trabajan en intervención con mujeres sin hogar, migrantes, familias monomarentales o mujeres con patología dual. Al escucharlas sentí que mi planteamiento había sido un poco teórico comparado con la realidad que ellas relataban. Vaya que si unos días antes me había sentido poco o nada teórica, en ese momento mi percepción cambio debido a las circunstancias y a las mujeres con las que compartí ese espacio de debate.
Cuento esto porque cada día soy más consciente de que las mujeres feministas, las mujeres que trabajamos por un cambio de sociedad, lo hacemos desde perspectivas diferentes y desde ámbitos diversos y si aunáramos esfuerzos el cambio sería más factible. Todas queremos que las mujeres dejemos de ser discriminada por el hecho de ser mujeres, denunciamos las violencias machistas, los abusos sexuales, la falta de mujeres en puestos de dirección en los partidos políticos, en los sindicatos, en las empresas, en las universidades, en el deporte, en la ciencia o en el cine. Sin embargo, muchas veces no conseguimos buscar puntos de encuentro para colaborar.
Cada una centramos nuestro esfuerzo en el ámbito de actividad que nos ha tocado vivir y actuamos como si los objetivos que perseguimos fueran los más importantes y como si los diferentes escenarios de discriminación de las mujeres fueran espacios estancos, que no tienen nada que ver entre sí, cuando la realidad es muy diferente. Juntas lograremos eliminar el sistema de dominación patriarcal.