Cuidar de las personas dependientes, hijas/hijos, personas mayores, personas con discapacidad, es una obligación que ninguna sociedad puede ni debe olvidar. Los cambios que en las últimas décadas se han producido en la sociedad, ponen sobre la mesa lo que se ha dado en llamar «crisis de los cuidados».
Veamos, la esperanza de vida es cada vez más alta y los servicios sociales de apoyo a las personas mayores, son cada vez peores. Escribí el pasado año: «Natalidad, dependencia y cuidados, una relación problemática«, donde planteaba el derecho de las personas a recibir una atención material y humana de calidad. También he analizado la «Consecuencias presentes y futuras para las mujeres» en el «trabajo de cuidar». Nada que añadir a lo dicho, más bien seguir denunciando esa realidad que es cada día más urgente enfrentar, sobre todo cuando detectamos que las instituciones siguen sin revolver el problema y cuando toman medidas son para mantener a las mujeres como cuidadoras principales, es decir, perpetuando los estereotipos de género.
Desde la experiencia personal
Cuidar es mucho más que el tiempo que se emplea en atender a quienes de nosotras/os dependen, supone un esfuerzo que tiene un importante coste de oportunidad en lo que al trabajo remunerado se refiere, pero igual o más importante, implica un coste emocional imposible de cuantificar.
En estos momentos me encuentro con mi madre (93 años), dependiente total y mi padre (94 años) en un proceso similar. Contamos en la familia con unas horas de atención a la dependencia para mi madre, a mi padre le reconocieron como dependiente hace un año, pero la prestación no se hará efectiva hasta julio de 2015. No me he equivocado, la fecha es real. Para complicar las cosas vivimos en diferentes ciudades, ir y venir se ha convertido en una norma que hace difícil, tanto a nivel físico como emocional, conseguir el equilibrio.
Si mi caso fuera único no lo plantearía aquí, pero como bien sabemos esto es cada día más habitual y somos muchas las mujeres que vemos cómo nuestra rutina cotidiana se ha visto modificada por tener que hacer frente del cuidado de las personas que queremos y ver cómo se deterioran día a día
Ellas y ellos tiene derecho a tener toda la atención que necesitan, pero lo que no es tan lógico es que esta obligación recaiga sobre las mujeres, que tengamos que «aparcar» nuestra vida para atenderlas/es. Las administraciones no pueden mirar para otro lado y seguir recortando en atención a la dependencia, dejando a personas ancianas en situaciones de precariedad cuando, por las razones que sea, la familia, léase las hijas, no prestan el cuidado al que tienen derecho.
Escuchar expresiones como «que bien cuidados están tus padres» no me consuela, porque quienes dicen esto hablan al mismo tiempo de personas mayores que «viven» situaciones difícilmente calificables debido a la falta de recursos institucionales. Atender a las personas dependientes con calidad pasa por unos servicios sociales que se ocupen de las necesidades básicas, que no miren para otro lado cuando ancianas/os malviven con pensiones asistenciales y sin ningún tipo de ayuda, ni económica ni emocional.
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