La Universidad de Coruña organizó una jornada para debatir sobre «trabajo sexual» que ante las protestas feministas ha sido suspendida argumentado que han sufrido acoso. Decir que la citada Universidad ha sufrido acoso es una falacia. Las feministas hemos criticado que se celebrara una jornada que, viendo el programa, más que un debate parecía promocionar la prostitución. Los debates sobre si una universidad pública debe organizar este tipo de jornadas están poniendo de manifiesto que cuando se trata de las mujeres los derechos humanos se olvidan.
No puedo considerar la prostitución un trabajo, porque no puedo aceptar que las mujeres sean vejadas, humilladas, explotadas para satisfacer los deseos masculinos. La libre elección que se esgrime en este tema, no es más que un mito. Son muchas las mujeres que se han visto inmersas en el sistema prostitucional, que tras conseguir salir, denuncian las condiciones en las que vivían, más bien sobrevivían. Tampoco debemos olvidar que la mayoría de las mujeres que están en situación de prostitución, son mujeres migrantes y victimas de trata.
Hay quienes plantean que hay que combatir la trata pero no la prostitución, pero no es posible separar una cosa de la otra, las redes de trata controlan la industria del sexo y como señala Sakia Sassen (2001), el tráfico de personas viola los derechos humanos, civiles y políticos. Está unido a la industria del sexo, al trabajo coaccionado, a la inmigración ilegal. Señala también que no es casual que el crimen organizado se haya introducido en el comercio del sexo. Dice Sassen: La creciente transnacionalización de muchos aspectos del turismo sugieren que la industria del sexo seguirá creciendo a escala mundial. ¿Nos callamos y permitimos que las mujeres sean tratadas como mercancías, que sirvan para el lucro de las mafias y proxenetas?
Vivimos tiempos convulsos en nuestro país, la entrada en las instituciones de partidos de extrema derecha amenazan los derechos de las mujeres y, lo que es más preocupante, los partidos que se definían como centroderecha se lo permiten para no perder poder autonómico o local. En este sentido no es una cuestión menor que un colegio concertado de Madrid obligue a que las niñas vayan al colegio con falda. Las niñas dicen que se sienten incomodas, observadas, pasan frío y no pueden correr libremente en el patio. Obligar a las niñas a ir con falda al colegio contra su voluntad perpetúa los roles de género. Esto no debería suceder en ningún colegio y menos aún en uno concertado.
El dirigente de un partido político con representación parlamentaria negaba que existiera la violencia machista, respondió a la fiscal general del Estado, María José Segarra, diciendo: «La violencia de género es una gran mentira, negar esto es como negar el día o la noche«. Esta frase es sólo un ejemplo de las sandeces que suelen decir. Parece que lanzar titulares de prensa es la manera que tienen para difundir sus ideas y así provocan la crítica, para ocupar espacio en redes sociales y medios de comunicación.
En Usera, barrio de la zona sur de Madrid, basta dar un paseo por sus calles para encontrar cientos de tarjetas de anuncios de prostitución. En los parabrisas de los coches la publicidad sexista se acumula. «Chicas asiáticas», «Chicas nuevas y jovencitas», «Asiáticas, orientales, muy guapas y jovencitas», etc., etc. ¿Por qué se permite esto? ¿Por qué cuando se trata de los derechos de las mujeres todo está permitido? Las asociaciones del barrio lo han denunciado y han recogido 47 kg de publicidad, pero las denuncias no parecen conmover a nadie. ¿Se permitiría esto en algún barrio del centro de Madrid?
Entre tanta desfachatez una buena noticia, el Ayuntamiento de Getafe ha publicado una ordenanza de convivencia ciudadana en la que se propone sancionar al cliente y/o prostituidor que acude al reclamo y a los intermediarios y/o proxenetas que exploten a mujeres y hombres que ejercen la prostitución. También se intensificarán las inspecciones en locales e inmuebles donde se sospeche que puedan ofrecer servicios sexuales, con el fin de comprobar si cumplen con la normativa en vigor y, en su caso, denunciar las infracciones que se detecten. Nunca llamaría «cliente» al prostituidor. El lenguaje importa y utilizar ese término dignifica a quienes explotan y humillan a las mujeres. #aboliciónprostitución.