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Escribí este articulo en 2013 para le revista Fanzine Imposible 7. Lo recupero hoy porque al entrar en vigor los permisos de paternidad iguales e intransferibles, se ha abierto el debate en las redes sociales sobre si es una medida que favorece a las mujeres o no.

La situación de las mujeres, con respecto a la maternidad y los cuidados, poco ha cambiado en estos nueve años y mi opinión sigue siendo la misma. Los cuidados deben ser compartidos por los hombres, y las administraciones deben implicarse con políticas públicas que favorezcan la corresponsabilidad. Queda mucho por hacer y así lo señalaba en este artículo.

Cuidar y conciliar sí, pero…. las mujeres

Introducción

Mucho se habla de la conciliación de la vida laboral, familiar y personal, pero en general se potencian medidas para facilitar que las mujeres, las madres sean las que asuman el cuidado de hijas e hijos o de personas dependientes; los hombres, los padres se quedan al margen. Cuidar de la familia ha sido tradicionalmente un trabajo realizado por las mujeres y a pesar de los grandes cambios que se han experimentado, cuidar sigue siendo «cosa de mujeres».

Se teoriza continuamente sobre la importancia de los cuidados, que si debe valorarse más, que cuidar es una tarea gratificante, que si cuidar a mayores, dependientes y bebés debe considerarse prioritario, en fin, que se debate mucho pero a la hora de la verdad poco se hace para solventar un problema cada día más acuciante.

A menudo se sigue justificando que sean las mujeres las que abandonen el trabajo remunerado de manera temporal o reduzcan la jornada laboral para hacerse cargo de las personas de la familia que necesitan cuidados, pero no se tiene en cuenta las consecuencias que acarrea a las mujeres. Como es evidente la situación es diferente si se trata de cuidar de una criatura recién nacida o de dependientes.

Maternidad/paternidad

La idea de que las mujeres, es decir, las madres, están mejor preparadas para cuidar es una explicación que no se sostiene, es un argumento esencialista. Esgrimir el instinto maternal no deja de ser una manera de naturalizar una situación que de hecho perjudica seriamente a las mujeres. Porque, ¿qué sucede con las mujeres que no son madres o las que deciden no cuidar?, ¿son menos mujeres? En alguna ocasión conocidos políticos han defendido esta idea, que es tan obsoleta y falta de fundamento que no merece la pena perder tiempo en desmontarla.

Esta pretendida defensa de la maternidad, de los derechos de las madres a cuidar de sus criaturas esconde otra realidad: la maternidad discrimina. Las madres, cuando nace una criatura, se ausentan del trabajo remunerado 16 semanas, tiempo legal de permiso de maternidad. El padre, por el contrario, solamente dispone de 2 semanas.

Esta diferencia en el permiso por nacimiento o adopción de madres y padres es la primera contradicción por razón de género que encontramos y que no tiene justificación legal. Se esgrime que es para que la madre se reponga del parto. Esto es cierto para las 6 primeras semanas, por eso son obligatorias, mientras las diez restantes puede cedérselas al padre porque son para el cuidado de la criatura recién nacida. ¿Por qué entonces los padres disponen solamente de dos semanas? Si se trata de que las niñas/os necesitan atención a tiempo completo durante un determinado periodo, ¿por qué no se facilita que los padres puedan cuidar?

Los permisos de maternidad y paternidad deben ser iguales, intransferibles y pagados al 100% para avanzar en igualdad y para eliminar la discriminación que sufren las mujeres al ser madres o por el simple hecho de que puedan serlo, es lo que se llama discriminación estadística.

Esta propuesta de permisos iguales e intransferibles y pagados al 100% es defendida por la Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles por Nacimiento o Adopción, PPiiNA. En la Proposición de Ley que dicha Plataforma ha elaborado y que se registró en el congreso en el 2012, se hace especial hincapié en que estos permisos deben ser para todas las parejas, ya que tiene en cuenta que la realidad social ha cambiado y que las parejas del mismo sexo deben tener los mismos derechos cuando tienen descendencia.

El Congreso de los Diputados ha admitido en diferentes ocasiones que esta diferencia en los permisos para madres y padres es una «disfunción en la legislación actual» y ha instado al Gobierno a que iguale los permisos de maternidad y paternidad. En la subcomisión de Igualdad del Congreso se admitió también la necesidad de igualar los permisos. ¿Por qué entonces no se amplía el permiso de paternidad? ¿Qué resistencias existen? Aunque se busquen justificaciones la realidad es que el patriarcado se resiste a permitir que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres. Defender la igualdad entre mujeres y hombres de manera teórica es fácil, es «políticamente correcto«, pero cuando se trata de actuar, la cosa cambia, comienzan las justificaciones.

«Cuando la situación económica lo permita«, es la argumentación para no ampliar el permiso de paternidad y que madres y padres no dispongan del mismo tiempo para cuidar, pero es evidente que esto no es más que una coartada para justificar que las mujeres dediquen un tiempo al trabajo remunerado, pero sin abandonar sus funciones de madres, esposas, etc.

Los datos no dejan lugar a dudas, sólo un reducido número de padres, 6,67%, piden excedencia para cuidar. De las mujeres que trabajan a tiempo parcial el 95,33% lo hacen para cuidar de hijas/os y otros familiares, el porcentaje de hombres es del 12,20%.

Vemos pues que ser madres o ser padres tiene consecuencias muy diferentes en lo que al empleo se refiere. Salarios más bajos, problemas para acceder a puestos de alta dirección, «techo de cristal», son algunos de ellos.

 Dependencia

Los cambios socioculturales que se han producido, entre los que hay que destacar la masiva incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, unido a que la esperanza de vida es cada vez mayor, ha supuesto que el cuidado de personas mayores sea un problema. La Ley de Dependencia vino a dar respuesta a esta situación y a resolver la demanda de cuidados profesionales para las personas dependientes, pero tras diez años de aplicación, está muy lejos de cumplir las expectativas que provocó.

Analizada con perspectiva de género, la Ley de Dependencia presentaba algunos puntos cuestionables. Veamos:

Artículo 14.4: «El beneficiario podrá, excepcionalmente, recibir una prestación económica para ser atendido por cuidadores no profesionales, siempre que se den condiciones adecuadas de convivencia y de habitabilidad de la vivienda y así lo establezca su Programa Individual de Atención».

Artículo 18.1 «Excepcionalmente, cuando el beneficiario esté siendo atendido por su entorno familiar, y se reúnan las condiciones establecidas en el artículo 14.4, se reconocerá una prestación económica para cuidados familiares».

Aquí vamos a hablar de «cuidadoras familiares o informales«, dado que la mayoría de personas que cuidan a dependientes en el entorno familiar y que se acogen a esta medida son mujeres, cerca del 90%. El lenguaje sí importa.

La Ley establecía que las cuidadoras familiares o no profesionales, además de la aportación económica que se estable en función del grado de dependencia de la persona a cuidar, serían dadas de alta en la Seguridad Social, pero esta norma se suprimió con la reforma del 2012, que además de reducir en un 15% las prestaciones económicas para cuidados en el entorno familiar, establece que la Seguridad Social corra a cargo de la cuidadora y también aumenta el copago.

Para hacernos una idea de las implicaciones de estos cambios debemos tener en cuenta que las aportaciones a las cuidadoras no profesionales no llega de media a los 250 € mensuales, y siempre en función del grado de dependencia de la persona a atender. Esta prestación, que se ha dado en llamar «la paguita», vista con enfoque de género, se vio desde el principio como una trampa para las mujeres.

Tengamos en cuenta que el hecho de que una hija dedique parte de su tiempo a cuidar de su madre o de su padre se ve como lo normal, «es lo que tiene que hacer»; si ahora pagan por hacerlo… ¿Cómo va a quejarse? No importa que lo que reciba por esta tarea sea una cantidad mínima, “está cobrando”, los hombres de la familia ya pueden despreocuparse. Además, ¿Qué sucede cuando la persona a quien cuida fallece? En muchos casos abandonaron el trabajo remunerado y su reinserción es difícil, bien por edad o por falta de formación.

La Ley de Dependencia contempla también que los cuidados a personas dependientes se lleve a cabo en el entorno familiar con ayuda profesional, es decir, ayuda a domicilio. El número de horas que la Ley de Dependencia proporciona está en función del grado de dependencia reconocida. Actualmente el «Grado III: Gran Dependencia», recibe entre 46/70 horas mensuales. Es decir, a una persona totalmente dependiente, se le conceden un máximo de 70 horas mensuales, que si lo distribuimos entre 30 días vemos que recibirá 2,30 horas diarias. ¿Quién cuida las 21,70 horas restantes? La respuesta es fácil: una mujer que habrá dejado de lado parte de su vida para realizar el mandato de género que la sociedad patriarcal sigue asignando a las mujeres.

Podemos preguntarnos: ¿Por qué cuidan las mujeres?, ¿por qué las mujeres «deciden» modificar radicalmente su vida cuando la madre o el padre comienzan a ser dependiente?, ¿qué les lleva a asumir los cuidados en solitario o con las hermanas, madres, cuñadas, dejando que los hombres de la familia se mantengan al margen?

A pesar de los muchos avances en lo que a igualdad entre mujeres y hombres se refiere, la división sexual del trabajo sigue presente en la sociedad y condiciona la vida de las mujeres. Como ya hemos señalado, el «trabajo de cuidar sigue siendo cosa de mujeres«. Ante esta situación, ¿cómo compatibilizar cuidados y trabajo remunerado?

Conciliación

¿Quién no ha escuchado miles de veces que es fundamental que se implementen medidas de conciliación? Las empresas, las administraciones, las organizaciones empresariales, etc., hablan constantemente de ello, pero la realidad es que los avances son lentos y cada vez un problema más acuciante. Compatibilizar la vida laboral y familiar, no digamos ya la personal, es difícil, cuando no imposible.

Son muchas las causas que impiden la conciliación. Sin pretender enumerarlas todas vamos a señalar las más importantes. En primer lugar los horarios, la jornada partida, las largas pausas para la comida, la poca o nula flexibilidad horaria, la cultura empresarial que potencia el presentismo y hace que las horas que se permanece en el lugar de trabajo sean excesivas. Esta situación supone que al nacer una criatura sea difícil compatibilizar su cuidado con el trabajo remunerado.

Como hemos señalado los cuidados recaen en las mujeres principalmente, son ellas en definitiva las que «concilian», es decir, las que reducen su jornada laboral, se apartan temporalmente del empleo o piden ayuda a abuelas/os para cuidar a niñas y niños. En el caso de las personas dependientes cuando se tienen medios económicos se busca ayuda externa, cuando no se tienen esos medios hay pocas alternativas.

No existen soluciones mágicas para solventar la situación, pero sí está claro que es imprescindible la corresponsabilidad en los cuidados, es decir, los hombres deben asumir la responsabilidad de cuidar al mismo nivel que las mujeres, pues mientras esto no se produzca, por muchas medidas que se tomen, serán las mujeres las que concilien y ello supone un coste en lo personal y en lo profesional, que tiene consecuencias en el presente y en el futuro.

Si bien es imprescindible que los hombres se corresponsabilicen en los cuidados, no es suficiente, son necesarias políticas públicas efectivas y que tengan en cuenta la realidad que vivimos.

Mis deseos para 2021

Resumir en un post lo que ha sucedido en un año nunca es fácil y este año es mucho más complicado. El #COVID19 cambió nuestras vidas, nos forzó a modificar nuestros hábitos, nuestras actividades cotidianas, nos vimos en la obligación de quedarnos en casa y dejar de relacionarnos cara a cara con familia y amistades.  No cabe duda que la #pandemia es mucho más dura de lo que en un principio pensábamos y sigue marcando nuestro día a día.

Toda la sociedad se ha visto afectada por esta crisis sanitaria, económica, social y política, más lo que quede por venir. Pero es evidente que cada persona enfrenta la crisis desde posiciones diferentes ya sea en lo profesional, lo personal, en lo sanitario, en lo económico…

Las mujeres saldremos perjudicadas de esta crisis porque, como dijo Simone de Beauvoir …bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida.

En lo que a militancia feminista se refiere, no todo ha sido tan cómodo. Tras el #8M2020, tan denostado y cuestionado por la derecha, también se produjeron desencuentros  dentro del movimiento feminista que me afectaron, fue duro y lo sigue siendo. Quedarme en casa en un primer momento me sirvió para recapacitar, reconsiderar muchas cuestiones y reflexionar sobre mi posición como feminista. Leí, pensé, me replanteé muchas cuestiones y a día de hoy sigo con preocupación la deriva que en determinados ámbitos se está enquistando. Debatir en privado con otras feministas, ver que las sinergias eran posibles, que se pueden mantener posturas diferentes en algunos temas pero que, con respeto, se puede dialogar y se puede trabajar juntas, ha sido muy positivo durante estos meses.

Pensaba que el aislamiento podría servir para suavizar las tensiones, para reconsiderar desencuentros, para limar asperezas… No ha sido así y nos encontramos finalizando el año con posiciones cada vez más enfrentadas. Parece que el movimiento feminista que desde hace unos años estaba en la agenda política y mediática está desestabilizándose desde dentro.

Son muchas las feministas que dicen que el feminismo está roto, se habla de brecha generacional y un largo etcétera de cuestiones relativas a los debates que se están desarrollando en las redes sociales y de los que se hacen cada vez más eco los grandes diarios. Señalada la preocupación por la deriva que está tomando el feminismo, coincido con quienes plantean que el movimiento feminista sigue vivo pero que ya no tiene la fuerza que tenía dos, tres años atrás. Una parte del feminismo se está fragmentando, cierto, pero creo que más allá de los enfrentamientos magnificados por los medios, hay muchas feministas, cada vez más, que en pequeños grupos siguen reforzando el activismo feminista, trabajando por el cambio social, para avanzar en un modelo de sociedad en el que todas y todos tengamos los mismos derechos, las mismas oportunidades. El feminismo sigue activo.

No voy a negar que posicionarse o no sobre determinadas posturas está condicionando a muchas mujeres, parecería que sólo caben ideas enfrentadas: o estás conmigo o estás contra mí. La fuerza mediática de algunos grupos puede llevar a pensar que no hay otras ideas que se estén debatiendo dentro del feminismo. En este sentido quiero recordar lo que dice Chimamanda Ngozi Adiche[1]: El relato único crea estereotipos y, el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos. Convierten un relato en el único relato.

El feminismo es diverso, plural y por ello no podemos pretender que todas las feministas centremos nuestro activismo en una cuestión concreta, no se trata de que todas dediquemos nuestro esfuerzo en eliminar un solo tipo de discriminación… Son tantos los ámbitos en los que las mujeres estamos discriminadas, es aún tan fuerte la discriminación y desigualdad que sufrimos, que todas y cada una podemos dedicarnos a aportar nuestro conocimiento y esfuerzo en aquellas tareas en las que nos vemos más preparadas o en lo que por sensibilidad o emotividad nos pueda afectar más.

Hay mucho trabajo por hacer ¿por qué considerar que lo que para un grupo es importante debe ser fundamental para todas? ¿Por qué no dejamos de cuestionar las ideas de una plataforma o asociación y trabajamos en el tema que sea importante para nosotras? ¿Por qué quedando tanto por hacer empleamos tanto tiempo y nos desgastamos en enfrentamientos?

No comparto algunas de las ideas que defienden grupos feministas pero no veo para qué voy a dedicar tiempo a cuestionar sus posturas. Procuro leer los argumentos que presentan y pensar en ellos con el ánimo de reflexionar, de entender su postura. Una veces me convencen, otras no, pero evito descalificar a quienes piensan diferente, por muy alejadas que estemos teóricamente. La confrontación no aporta, el dialogo sí, pero en estos momentos es lo que se echa en falta.

Finalizo con una frase que escribí a primeros de año: Defendamos nuestras posturas sin atacar, sin pretender que somos más feministas porque gritamos o insultamos más. Siento una inmensa tristeza. Reflexionemos. Nos jugamos mucho en ello.

Por un 2021 feminista


[1] El peligro de la historia única. 2018

Violencia de género, violencia machista, violencia contra la mujer, diferentes formas de nombrar la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres por el hecho de serlo, porque consideran que ellos tienen derecho a decidir su forma de vestir, cómo comportarse, con quien deben relacionarse…, en definitiva tienen derecho  decidir sobre su vida.

Ya hemos hablado de algunos aspectos de la MACROENCUESTA DE VIOLENCIA CONTRA LA MUJER 2019, realizada por Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. Ahora prestaremos atención a la violencia machista que sufren las mujeres jóvenes (16/24años). El 19,3% de las mujeres jóvenes que han tenido pareja alguna vez han sufrido violencia física y/o sexual de alguna de estas parejas a lo largo de la vida. Es importante señalar que el 9,6% de las jóvenes han sufrido violencia de control, es decir, su pareja les impedía relacionarse con amigas, les exigía saber dónde iban, con quien se relacionaban o se enfadaban si hablaban con otros hombres.

En el estudio Vivencias, aptitudes y percepciones sobre la violencia de género en adolescentes en la Comunidad de Madrid, realizado por la Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres, se entrevistó a chicas y chicos  14 a 17 años.  

Algunas conclusiones del estudio:

.- El machismo y el sexismo son la causa de la violencia de género para el 76% de las chicas y el 64% de los chicos.

.- Los estereotipos de género son determinantes para el 46% de las chicas y el 28% de los chicos.

.- El 69% de chicas y chicos, sin diferencia por sexo, definen la violencia de género como de un género contra el otro.

.- El 27% de las chicas y el 24% de los chicos entiende por violencia de género una forma de violencia contra la mujer.

Respecto a qué consideran que es violencia de género:

.- El 93% de las chicas y el 89% de los chicos considera que el chantaje para mantener relaciones sexuales es una forma de violencia de género.

.- El 88% de las chicas y el 76% de los chicos piensa que pedir a tu pareja que no se vista de una forma determinada es una forma de violencia de género.

.- El 73% de las chicas y el 53% de los chicos considera que los piropos o insinuaciones sexuales por la calle son una forma de actitud violenta y discriminatoria.

.- El 50% de las chicas y el 51% de los chicos considera la prostitución una forma de violencia de género.  

Estos datos son solo una pincelada de los que analiza el estudio, que en sus conclusiones apunta la necesidad de seguir trabajando en clarificar el concepto de género, diferenciar entre causas de la violencia y factores que la agravan, explicar la diferencia entre violencia de género y otras violencias, explicar la diferencia entre violencias implícitas, las invisibles o simbólicas entre otras muchas recomendaciones.

Este #25N seguimos diciendo #BASTAYA no más #VIOLENCIAMACHISTA

El Resumen Ejecutivo de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2021 dice que estos presupuestos están llamados a cambiar el rumbo de España. Estamos ante unos Presupuestos de país que deben sentar las bases de un cambio de modelo productivo que nos fortalecerá como sociedad. Son los Presupuestos de la Transformación para construir un país mejor, más justo socialmente, más productivo, más ecologista y más feminista. Los PGE se sustentan en cuatro pilares básicos: la transformación digital, la transición ecológica, la cohesión territorial y social, y la necesidad de una agenda feminista que sume a todos y a todas.

Resulta alentador leer en los PGE esta declaración de intenciones. El feminismo como movimiento social busca el cambio social para llegar a un nuevo modelo de sociedad. Parafraseando a Victoria Sau, el feminismo implica que las mujeres toman conciencia de su situación de opresión y dominación que sufren en la sociedades patriarcales. Esta toma de conciencia lleva implícita la búsqueda de un modelo de sociedad donde las desigualdades no tengan cabida. Si una sola mujer sufre cualquier tipo de discriminación, ya sea por razón de sexo, del color de su piel, del lugar de procedencia…, el feminismo no habrá logrado sus metas. Por eso es gratificante leer que uno de los pilares del gobierno es seguir una agenda feminista.

Son muchas las medidas sociales que se incluyen en los PGE, aquí vamos a centrarnos en los cuidados y más específicamente en la dependencia, porque como hemos repetido hasta la saciedad una de las principales causas de la desigualdad son los cuidados. Son las mujeres las que cuidan: las madres, las abuelas, las hermanas, las mujeres migrantes… Ya sea trabajo remunerado o no remunerado, es realizado mayoritariamente por mujeres.

El vicepresidente Iglesias en la presentación del anteproyecto de ley de PGE 2021, dijo que se aportarían más de 600 millones de euros al sistema de dependencia para reducir las listas de espera y mejorar las prestaciones, revirtiendo los recortes que se perpetraron en 2012. Se emplearán también más de 700 millones de los fondos europeos para mejorar la atención a las personas mayores y transitar desde el actual modelo basado en las residencias hacia un modelo más parecido al de los países nórdicos que apueste por la atención domiciliaria

El incremento presupuestario al sistema de dependencia es muy importante, sobre todo porque modifica la tendencia de los últimos años. Dicho lo cual tenemos que señalar que los 600 millones que se destinan en los PGE son claramente insuficientes. Debemos tener en cuenta que según la «Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales», los recortes presupuestarios acumulados desde 2012, ascienden a 5.864 millones. Si el sistema de atención a la dependencia ya se demostró claramente insuficiente, la aportación presupuestaria actual servirá para rebajar las listas de espera y poco más.

Desde que comenzó la pandemia que aún sufrimos, las deficiencias de las residencias geriátricas han tenido como consecuencia que muchas personas mayores hayan fallecido sin atención y en soledad, otras muchas siguen sin recibir la atención a la que tienen derecho y no parece que se hayan tomado medidas eficaces. Las residencias son necesarias, hemos hablado de ello refiriéndonos a Madrid, pero su problemática se puede generalizar para el conjunto del Estado. Enlacemos esta idea con las declaraciones del vicepresidente Pablo Iglesias sobre el paso a un nuevo modelo de atención a la dependencia. Como modelo teórico ideal, la atención domiciliaria es sin duda la más deseada, pero requeriría una inversión muy superior a los 700 millones presupuestados para este fin.  

A modo de ejemplo, el estudio Atención a la dependencia en España. Evaluación del sistema actual y propuesta de implantación de un sistema basado en el derecho universal de atención suficiente por parte de los servicios públicos, realizado por el Instituto de Estudios Fiscales, que toma como referencia el modelo nórdico, señala que el gasto público en cuidados de las personas mayores dependientes se situaría en unos 12.000 millones de euros, es decir, se necesitaría un incremento de 7.000 millones de euros. El presupuesto actual está tan lejos de estas cifras que no merece la pena debatir la factibilidad de la idea.

Otro debate que merece la pena es si el modelo nórdico de cuidados es el mejor y en el caso de que lo fuera  qué condiciones socioeconómicas requeriría su implantación para su viabilidad y que los cuidados no recayeran de nuevo sobre las mujeres. Otro día analizaremos esta cuestión.

Los avances que con tantos esfuerzos hemos logrado las mujeres están sufriendo un retroceso desde que el #COVID19 comenzó a modificar nuestra vida, tanto en lo social, como en lo político o en lo económico. Amplios sectores de la población han visto como se destruyen sus empleos y con ello como limita su acceso a las necesidades básicas de supervivencia. Las mujeres, una vez más, salimos perjudicas de esta crisis al ser nosotras las que realizamos la mayor parte de las tareas de cuidar, esas tareas necesarias e imprescindibles, que la sociedad patriarcal nos asigna a las mujeres y que son hoy más necesarias que nunca. A pesar de ello  siguen siendo las tareas a las que les da menor valor social y económico.

Conviene no olvidar que son las mujeres, en muchos casos migrantes que trabajan en condiciones de precariedad y que no se encuentran en condiciones de exigir sus derechos, las que siguen cuidando y a menudo sin la debida protección ante el COVID19.

Ante tanta desesperanza parece una buena noticia que se hayan publicado dos reales decretos de igualdad retributiva entre mujeres y hombres y el que regula los planes de igualdad y su registro y modifica el Real Decreto 713/2010. Ambos presentan importantes novedades que esperamos y deseamos den resultados reales.

Respecto de los Panes de Igualdad (PI), desde que en 2007 la Ley orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, reguló su implantación, se pensó que era una medida importante para avanzar en el camino de la igualdad de oportunidades y de derechos de las mujeres. Trece años después los resultados no son positivos y ello se debe a varias razones.

1) La elaboración de PI era una recomendación para las empresas con más de 250 trabajadoras/es. Teniendo en cuenta que el tejido empresarial de nuestro país es mayoritariamente de PYMES, aun cuando se hubiera cumplido la legislación el resultado habría  sido insuficiente.  

2) Aunque se señalaba el deber de negociar planes de igualdad en las empresas, no se contemplaba ninguna penalización si se incumplía la legislación.

3) A menudo las empresas que elaboraban PI se limitaban a tomar algunas medidas sin hacer el diagnóstico previo imprescindible para que fuera eficaz. Un PI debe cumplir algunos requisitos previos. Me remito a un post anterior que resume los datos a analizar para elaborar un PI.

Para potenciar la elaboración de PI se creó en  2009 un distintivo empresarial en materia de igualdad para aquellas empresas que destacasen por la aplicación de políticas de igualdad. No obstante, como señala el Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo, los resultados fueron discretos, cuando no insignificantes, lo que contraviene la propia finalidad de la citada ley orgánica, por ello se estableció la obligatoriedad de que todas las empresas con cincuenta o más personas trabajadoras elaboraran y aplicaran un plan de igualdad. Los resultados han sido también deficientes.

En el real decreto ahora aprobado se establece el diagnóstico, como elemento esencial de la obligatoriedad de los planes, así como el desarrollo de las medidas y sistemas de seguimiento y evaluación, subrayándose la necesidad de adoptar criterios y plazos de revisión que garanticen la eficacia y adecuación de los planes de igualdad.

Por lo que respecta a la igualdad salarial, los avances son pocos y siempre relativos, ya que los roles de género siguen perjudicando a las mujeres, tanto en el acceso como a la promoción en el empleo. Por ello parece especialmente relevante que el real decreto de igualdad retributiva obligue a que todas las empresas deban tener un registro retributivo de toda su plantilla, incluido el personal directivo y los altos cargo. Esta información deberá estar desagregada en atención a la naturaleza de la retribución, incluyendo salario base, cada uno de los complementos y cada una de las percepciones extrasalariales.

La correcta valoración de los puestos de trabajo es imprescindible para eliminar las discriminaciones existentes. En este sentido el decreto dice: Conforme al artículo 28.1 del Estatuto de los Trabajadores, un trabajo tendrá igual valor que otro cuando la naturaleza de las funciones o tareas efectivamente encomendadas, las condiciones educativas, profesionales o de formación exigidas para su ejercicio, los factores estrictamente relacionados con su desempeño y las condiciones laborales en las que dichas actividades se llevan a cabo en realidad sean equivalentes. Los trabajos que mayoritariamente realizan las mujeres han sido tradicionalmente valorados peor y en consecuencia se recibe menor remuneración que los realizados por los hombres. De ahí la importancia de esta medida.

Tanto la ministra de trabajo Yolanda Díaz como la de igualdad Irene Montero, resaltaron en la presentación de los reales decretos, que el incumplimiento seria cusa de sanción.

Una vez señalada la indudable importancia que tiene la puesta en marcha de las disposiciones señaladas, hay que recordar que incluso en el caso de que se cumplieran en su totalidad, son muchas las mujeres que seguirían sufriendo situaciones de discriminación.

Las desigualdades y desequilibrios se están sufriendo a nivel global y por ello debemos estar alerta. En este sentido el informe de Forética sobre la Agenda 20/30 señala que antes de que comenzara la crisis producida por del COVID-19 ya se evidenciaba que no llegaríamos al 2030 con el éxito esperado y sin dejar a nadie atrás, hoy nos encontramos con que el  47% de los ODS podrían verse impactados negativamente, como el ODS 4, educación de calidad, o el ODS 5, igualdad de género.

La violencia machista es un problema estructural que se perpetúa en nuestra sociedad, así lo refleja la MACROENCUESTA DE VIOLENCIA CONTRA LA MUJER 2019. Los datos de la encuesta son escalofriantes:

.- 1 de cada 2 mujeres (57,3%) residentes en España de 16 o más años ha sufrido violencia a lo largo de sus vidas por ser mujer. Suponen 11.688.411 mujeres.

.- Un 8,7% (1.778.550 mujeres) han sufrido violencia física antes de cumplir los 15 años de edad.

Un dato alarmante, por las consecuencias que tiene para la salud física y psíquica de la infancia, es que el 51,7% de las mujeres, que han sufrido violencia física, sexual o emocional de alguna pareja y tenían hijas/os en ese momento, afirman que estos presenciaron o escucharon lo que ocurría y que sus hijas e hijos menores sufrieron violencia a manos de la pareja violenta.

Las mujeres hemos logrado importantes avances, como el acceso a la educación o al empleo, pero no han servido para erradicar la violencia que, por el hecho de ser mujeres, sufrimos a diario.  A veces se presenta la violencia machista como algo del pasado, como si la sociedad machista y patriarcal hubiera desaparecido. Los avances en igualdad de derechos y oportunidades que hemos alcanzado tendrían que servir para que la violencia de género cesará, para que las generaciones de mujeres jóvenes no tuvieran que soportar lo que sus predecesoras hemos vivido, pero la encuesta citada demuestra que las jóvenes son las que más sufren violencia machista.

.- El 71,2% de las mujeres de 16 a 24 años sufren acoso sexual o violencia física o psíquica por parte de sus parejas o exparejas.

Pero ¿quién maltrata, viola o comete abuso sexual? La Macroencuesta lo deja claro: El 99,6% de las mujeres que han sufrido violencia sexual experimentaron esta por parte de un agresor hombre. Esto nos lleva al hecho de que si 11.688.411 de mujeres han sufrido algún tipo de violencia, ese es el número de hombres que agreden a sus parejas o exparejas, a niñas o jóvenes, a mujeres con las que tienen algún tipo de relación o parentesco, porque no debemos olvidar que las agresiones a menores son perpetradas en el entorno familiar.

Los datos de esta encuesta debería poner la violencia machista en primer plano de la agenda política, económica y social y la pandemia que estamos viviendo no puede servir de justificación para que esta realidad se olvide. Las mujeres son las más perjudicadas en esta crisis que sufrimos como consecuencia del COVID19 por diversas razones.

El sector servicios es uno de los que más está sufriendo la pandemia y las mujeres trabajaban mayoritariamente en este sector de producción. Hemos denunciado de manera reiterada que los cuidados no deben ser «cosa de mujeres», que debe avanzarse en la corresponsabilidad, tanto de los hombres como de las administraciones y empresas.

El cierre de los colegios, centro de atención a mayores y dependientes, la tragedia de las residencias geriátricas, etc., han  agudizado un problema endémico y al que no se le ha prestado la suficiente atención. El mayor peso de los cuidados está recayendo sobre las mujeres, lo que tiene consecuencias desastrosas. son muchas las migrantes que trabajan cuidando de las `personas mayores en condiciones de precariedad, sin tener opción de acceder al Ingreso Mínimo Vital, por no tener papeles. Cuando estas mujeres dejan de percibir ingresos no sufren ellas solas, sus hijas e hijos se ven privados de lo necesario para sobrevivir.

Tampoco podemos olvidarnos de la dramática situación de las mujeres inmersas en el sistema prostitucional, encerradas en prostíbulos, más sometidas que nunca al poder de los proxenetas, ¿qué pueden hacer más que seguir siendo explotadas? Se está demandando el cierre de los prostíbulos por cuestiones de salud para los mal llamados «clientes», pues si deben cerrarse porque son espacios de explotación de mujeres. Pero hay que ofrecer soluciones habitacionales,  económicas y formativas para que esta medida sea real y pueda mantenerse a largo plazo. El cierre de prostíbulos podría ser el primer paso para abolir la prostitución. De nuevo tenemos que tener claro que los prostíbulos se mantienen porque hay hombres que están dispuestos a pagar por disponer a su antojo del cuerpo de las mujeres.

Los hombres de nuevo son los que ejercen la violencia sobre las mujeres.

 

 

Madrid #Covid19

Fui sobre agua edificada. Mis muros de fuego son. Esta es mi insignia y mi blasón

Mural pintado por Alberto Corazón en la fachada de un edificio de plaza de Puerta Cerrada

El aislamiento pasa factura, no importa que hayas vivido estos casi tres meses en una situación digamos privilegiada, Quiero decir acompañada, en un espacio con todas las comodidades y sin problemas reseñables. No salir de casa durante tanto tiempo da una sensación de irrealidad, sobre todo al principio. Disponer de las nuevas tecnologías ha sido importante. Ver, aunque sea a través de una pantalla, a las personas más cercanas ha sido fundamental y a pesar de disponer de todas estas ventajas, la crisis que vivimos afecta.

Escribí mi primera entrada en este espacio un mes después de comenzar el estado de alarma. Reclamaba en ese post una renta básica, renta mínima o renta vital. Hoy celebro que el gobierno haya aprobado un Ingreso Mínimo Vital. Analizaremos en otro momento si va a dar cobertura a todas las personas que necesitan ayuda para cubrir las necesidades más básicas, pero lo que es seguro que es una buena medida, importante y necesaria.

Hoy me propongo hablar de la Comunidad de Madrid, de la mala gestión de su presidenta y de las consecuencias que está teniendo y tendrá para el conjunto de la población. Una de las cuestiones más dolorosas que hemos vivido estos meses ha sido la desatención en la que han vivido las personas mayores que estaban en residencias o vivían solas. Más de 5.000 mayores han fallecido en las residencias de la Comunidad de Madrid. En torno al 90% eran de residencias privadas y concertadas.

La Comunidad de Madrid hizo caso omiso de las reiteradas denuncias que desde diferentes ámbitos se venían haciendo de la desatención que sufrían las personas mayores en las residencias. En algunos casos el personal de dichas residencias también denunciaba la precariedad con la que realizaban su trabajo. También ahora pretende desentenderse del problema y mirar para otro lado cuando se denuncia que se establecieron protocolos para que no se llevara a las personas mayores infectadas por coronavirus a los hospitales.

El daño que la presidenta Ayuso está haciendo tendrá consecuencias incalculables. Debemos recordar que las residencias de mayores son necesarias y en algunas casos imprescindibles. Hablamos de unas residencias en las que las personas vivan en condiciones dignas, en la que estén cuidadas por profesionales con la cualificación adecuada y con atención sanitaria. Costará recuperar la confianza en estos centros, en un momento en el que el estigma que implica llevar a una persona mayor se estaba superando. Centros de día, residencias y atención domiciliaria deben recuperarse lo antes posible, pero no de cualquier manera, con medios adecuados y con gestión pública.

No voy a relatar todas las noticias sobre las atrocidades que se han vivido en las residencias de mayores de la CM y que hemos ido conociendo estos meses, lo que queremos es recordar a todas las mujeres y hombres que se merecían una vida mejor y que por ineptitud de la presidenta Isabel Díaz Ayuso no han tenido. La gestión de las residencias se ha dado a grupos empresariales a los que nada les importan como viven o mueren quienes residen en dichos centros. Lucrarse con los bienes públicos es incalificable, hacerlo con la vida de las personas mayores supone una falta de ética que no puede quedar impune.

La presidenta Ayuso debe dejar de presentarse ante la ciudadanía como si lo que pasa en la comunidad no fuera con ella, solo toma medidas cuando se trata de dejar sin cobertura a las personas más vulnerables. Hoy CC.OO denuncia que ‘La Comunidad de Madrid elimina más de 14.000 plazas en la escuela pública el curso que viene‘. No todo vale señora Ayuso, la educación debe ser pública y gratuita desde los cero años.

Resulta complicado analizar lo que está pasando desde la comodidad de la casa, porque estar aislada no deja de ser una ventaja que muchas personas vivimos estos días. Es duro no poder salir pero, pensando en quienes salen a la calle cada día para mantener abierta una tienda de alimentación, para informar de lo que sucede, para cuidar de las personas dependientes, para ir a los hospitales y salvar vidas, para transportar productos de primera necesidad, etc., etc., decir #YoMeQuedoEnCasa es, en alguna medida, un privilegio.

Las cifras sobre el contagio nos abruman, mucho más las muertes que se producen a diario o la situación de saturación en algunos hospitales o la falta de medios. No es posible enumerar todas las noticias que cada día nos llegan y nos conmueven, pero los fallecimientos en las residencias de mayores han superado la capacidad de asimilar la crisis.

El #COVID-19 afecta a toda la población, pero las consecuencias no son las mismas para todas las personas. Hay colectivos que son más vulnerables y sufren cualquier crisis con crudeza. Pensamos en las personas sin techo, en menores sin recursos, personas mayores que viven solas… ¿Cómo pueden hacer frente a un virus devastador?

Los cuidados son en estos momentos más necesarios que nunca y, como bien sabemos, son las mujeres quienes los prestan en la mayoría de los casos y lo hacen en situaciones de precariedad que las expone al contagio. Pensemos en las trabajadoras domésticas, en las que cuidan a mayores y dependientes, en muchos casos son mujeres migrantes que no se encuentran en condiciones de exigir sus derechos, todas están sometidas a una gran presión y peligro de contagio

Pensemos en las niñas y mujeres desplazadas, que sufren violencias sexuales, en las mujeres maltratadas, a quienes el aislamiento les obliga a permanecer en casa con su agresor. No olvidemos tampoco a las mujeres prostituidas que son explotadas por proxenetas y mafias y se ven confinadas en prostíbulos o pisos, sin tener dónde acudir.

La situación a la que nos enfrentamos debe hacernos reflexionar qué tipo de sociedad queremos reconstruir cuando esta pandemia finalice, porque lo que está claro es que la situación ya no será la misma.

Opinar sin salir de casa es anómalo y por eso me ha costado tiempo escribir, tengo la sensación de que en estos momentos hay dos tipos de vida, quienes tienen que salir a trabajar y quienes tenemos que quedarnos en casa. Estar en casa no significa evadirse de la realidad, pero influye en nuestra visión de la realidad.

Considero que el apoyo al gobierno de coalición es imprescindible, máxime cuando la derecha y la extrema derecha atacan sin control y con bastante inconsistencia cada medida que toma. Vivimos una situación para la que nadie tiene las recetas adecuadas, se improvisa, claro, no hay recetas seguras, pero una oposición que no fuera destructiva e irracional, hubiera sido positiva.

Apoyar al gobierno no quiere decir que haya que aceptarlo todo sin una posición crítica, sin pensar que hay medidas que deberían tomarse con urgencia. Es el caso de la renta básica, renta mínima o renta vital, que muchas personas deseamos que se implante sin dilación. Sin entrar en debates sobre cómo debe denominarse, considero imprescindible que de forma urgente se aprueben medidas para que las personas/familias que están sufriendo esta crisis sanitarias con mayor crudeza, reciban un salario que les permita sobrevivir con dignidad.

Leyendo a algunas economistas feministas, parece claro que es posible hacerlo sin dilación, que se estipule una renta de forma inmediata, más allá de que posteriormente sea permanente o se denomine de otra manera. Queremos volver a la «normalidad», por supuesto, pero no se trata de volver al modelo de sociedad de hace un mes. En estos momentos tenemos la oportunidad de cambiar ese modelo y dar prioridad a las necesidades de las personas que sufren siempre y ahora viven situaciones insostenibles.

Guía de actuación para mujeres que estén sufriendo violencia de género en situación de permanencia domiciliaria derivada del estado de alarma por #COVID-19

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